martes, 20 de mayo de 2008

La loca de la casa (Rosa Montero)

Este libro fue una sorpresa de principio a fin. Me lo regaló mi suegra, la pobre, que murió hace ya dos años largos (bueno, pobres nosotros...), justo esas Navidades... y lo tenía encima de la mesilla, llenándose de polvo, sin saber muy bien si quería o no leerlo, hasta que lo abrí, por fin, unos mes atrás, el verano de 2007.

Existen múltiples motivos para que mi suegra eligiera este libro para mí. Sin ir más lejos, el título en sí ya es una razón suficiente. Pero también lo es que le gustaba mucho Rosa Montero, y que solía regalarme libros escritos por mujeres, porque a ella le gustaba leerlos (ya en los últimos tiempos, con muchas dificultades, usando una lupa...)

Es un curioso libro, en el que Rosa habla sobre Rosa, y sobre el hecho de escribir, y de ser escritor. En él hace un ejercicio de desnudo parcial, que podría ser propio - real, o propio - imaginario, y una demostración de virtuosismo literario, a través de la cuál nos presenta tres versiones distintas de una misma historia, repartidas a lo largo del libro. Es una historia autobiográfica, o tal vez completamente inventada, pero para mí es, sobre todo, una ventana abierta de par en par sobre un campo que acaba donde toca el cielo. Tres formas distintas de vivir una vida, la misma vida, pero vivida tres veces, en paralelo o de forma sucesiva, a elegir (por la autora, naturalmente).

En esta maniobra elemental y sencilla, veo la genialidad, la fortuna de poder vivir todas las vidas que deseo, todas aquellas a las que no quiero renunciar.

Gracias al paso del tiempo, y también largas horas de reflexión enmimismada y conversación egocéntrica, me cae encima la verdad de lo que Rosa me estaba contando.

Gracias, Rosa, por allanarme el camino.

Gracias, Balbi, por el resto.

viernes, 16 de mayo de 2008

Inesperadas risas

La vida está llena de pequeñas anécotas que nos pueden hacer sonreir o llorar, todo depende de quién las cuente, de quién las sufra...

Dos compañeras de trabajo van juntas a un curso de la empresa a otra ciudad. Son dos compañeras, sin más, que no se llevan especialmente bien, pero se conocen desde hace años, y han tenido que viajar juntas en más de una ocasión. Una de ellas, la más joven, recuerda de pronto que tiene un concido en la ciudad, alguien a quien conoce poco pero que le resultó divertido y cercano en cierta ocasión. Así que, ante una inesperada posibilidad de cita, se compra unas bragas en una boutique del aeropuerto...aunque inesperada la cita, e improbable el destape, hay que estar preparada para un eventual polvo, que tampoco andamos sobradas...

La primera noche, dolor de cabeza, y noche toledana, hasta las tres de la mañana sin poder dormir, porque hay que compartir habitación con la compañera, y compartir también sus inquietudes, su insomnio, su felicidad conyugal... en fin, lo que toque, que para eso somos compañeras, y tampoco es cuestión de ser borde.

A la mañana siguiente, hecha un cuadro, a aguantar unas cuantas interesantísimas charlas, justo lo necesario para no dar más de diez o doce cabezadas, y luego, un poco de práctica. En plena vorágine de explicaciones y demostraciones sobre los maravillosos nuevos productos que presenta la empresa, suenan en su móvil un par de llamadas a las que no contesta, porque hay demasiada gente alrededor, porque tiene las manos ocupadas,... y finalmente recibe el hilarante mensaje de su hipotética cita haciéndole participe de la surrealista situación: s no cgs l tlfno, wapa, dfclmnt pdrems kdar... (casi ni una vocal, pero eso sí, todos los adverbios). Me imagino la situación (¿vosotros no?), la compañera, tan discreta, tan colega, "y ¿quién era?", "qué pesadez, ¿no?", "bueno, y ¿no lo coges, o qué?", "Hay mira, un mensaje te ha entrado (asomándose ostensiblemente por encima de su hombro para ver si pispa algo)". Uff, qué agobio, la líbido ya por los suelos, el dolor de cabeza como un taladro...

La wapa se ríe, por primera vez en el viaje, con esta bocanada de aire limpio y fresco, responde con un mensaje, de socorro seguramente, pero ese es un matiz difícil de apreciar... y ahí quedan las bragas nuevas sin estrenar...de momento...

Puede volver a casa y contar que se ha aburrido, o que ha triunfado, o simplemente que ya está de vuelta, pero tengo la certeza de que se ha limitado a sobrevivir.

jueves, 15 de mayo de 2008

Una noche estrellada

Las estrellas brillan sobre mi cabeza. La noche es cálida y bajo mi cuerpo la hierba aplastada y húmeda me refresca. Todo rastro de luz artificial está bien lejos, y puedo ver con claridad la Vía Láctea, una mancha borrosa y blanquecina... No puedo ignorar lo que es, lo que representa, la improbable casualidad de nuestra existencia, toda esta infinita cadena de casualidades que nos ha conducido a observar la Vía Láctea sin poder ignorar lo que es...

Así tumbada, me pregunto con pesadumbre sobre mi capacidad para ser feliz y hacer felices a los demás, como podría estar preguntándome si se dará bien la cacería de mañana, o si la semillas que planté hace unos meses germinarán con el tiempo tan seco que ha hecho estos meses...¿podré vender en el mercado todos los quesos?... mañana debo estar temprano en la plaza para coger buen sitio y que me vea el capataz, ya hace lo menos una semana que no me elige...y así durante más de 2.000.000 años... Qué trivialidad, con el estómago lleno, me resulta muy fácil sentir un hueco en el espíritu.

Si vuelvo a abrir los ojos, vuelvo a ver las estrellas, y como iba diciendo, me doy cuenta de que podría calcular cuántos años hace que se emitió ese destello la punta del cinturón de Orión, hasta podría proyectar una nave que se acerque un poco, pero tal cantidad de conocimiento no me saca de mis dudas más dolorosas: ¿tengo derecho a ser feliz? ...Y, si no lo consigo, ¿será mi responsabilidad?, ¿tengo yo el control sobre lo que siento, lo que hago, lo que digo, lo que me hace sufrir y lo que no, o sobre la idea de la felicidad que he compuesto o fabricado o adquirido, y que subyace a la frustración por no alcanzar las espectativas?

Me dejo llevar por esta imagen plácida,
mi cuerpo reposando sobre la hierba fresca,
la noche que envuelve la inmensidad del todo,
en algún sitio, lejos, el mar se oye golpeando
unas rocas milenarias que se dehacen sumisas
al paso inexorable del tiempo que nos une
en esta noche llena de estrellas indecisas
que brillan para nosotros aunque tal vez no existen...
Quiero pensar que a veces estoy justo donde quiero,
justo donde he elegido, porque... he elegido... ¿verdad?
vuelvo a preguntarme, incansable, insatisfecha.
Es posible que hiciera alguna elección hace tiempo,
y que haya seguido el camino marcado,
sin embargo me parece más probable que haya ido
eligiendo cada hora, cada minuto, cada segundo...
...el mismo camino, unas veces por inercia y otras
por convicción. Quiero que sea cierto que aún tengo elección.
Que cada día que pasa puedo construir mi vida,
mi proyecto artesano, mi castillo de arena...
...que podré tumbarme siempre en una pradera verde
con la noche alrededor y la Vía Láctea encima
a pensar si soy feliz, si puedo llegar a serlo...
...que podré dejarme llevar sobre este ritmo infantil
hasta el sueño de estar plácidamente tumbada en una pradera verde...