lunes, 26 de diciembre de 2011

¿De verdad esperas que elija bien mi camino?


Una de las discusiones más frecuentes que tengo en casa tiene que ver con la exigencia de responsabilidades por las propias acciones a los adolescentes que no quieren estudiar, y sobre la edad a la que se les puede considerar adultos en relación con su educación (no con sus gustos o inclinaciones, que son otra cosa diferente). Yo siempre he mantenido que, con carácter general, una persona europea de 15 o 16 años de edad no tiene autonomía suficiente para decidir que puede dejar ya de estudiar.
Dos aclaraciones en este punto: primero, digo europea, porque las culturas de otros continentes, en particular África y América del Sur, me consta que acortan la infancia y consideran la adolescencia como una primera etapa del ser adulto, en consonancia, tal vez, con un desarrollo sexual más temprano, o con la bendición de unos brazos más para trabajar...; y segundo, entiéndase "estudiar" como formarse, en una o varias disciplinas con corpus teórico y práctico, de la ciencia, la técnica, la estética, y la ética, y acompañados de una y otra manera, por un verdadero formador.

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Pero, volvamos a lo importante, hechas estas dos aclaraciones. Un niño o niña, adolescente, de entre 12 y 16 años (esto es, el alumnado de la ESO), tal vez ha tenido ya oportunidad de buscar un asidero: alguna oportunidad, sí, pero no muchas, para dejar de hacer lo que tiene visto, oído, ejemplarizado en sus adultos próximos, modelos de adulto... Y aquí es donde, invariablemente, obtengo la respuesta esperada: una persona no es solo su entorno... Yo me quedo pensando que esto es cierto, hay más que el entorno, pero algo en mi interior me dice: pese a todo, pese a todo, toda esa "mierda" que tienen encima no se la han echado ellos, no han decidido - ¡aún no! - libremente. Esto me decía mi intuición, pero nunca había dado con una buena respuesta, razonada, con base... hasta hoy. Estos niños y niñas que buscan su camino a tropezones, que construye su integridad moral con ladrillos tomados de su casa, de la escuela, del barrio, de la cuadrilla de iguales, sobre los cimientos de su ser: ¡sus genes! Su carga genética, que tampoco han elegido, obviamente, y con la que deben vivir toda su vida... Y ya no hay más. Soy lo que nací, y lo que voy construyendo; y si a mi alrededor no hay más que ladrillo cara vista color teja, mal lo tengo para insertar sillería en el pórtico o los alféizares. Y si a mi alrededor hay flores y sonrisas y música, pondré macetas a la entrada de mi casa, y un jardín de olor en la parte de atrás, para poder verlo cuando me siente al piano.

Por eso es tan importante que en algún trecho del camino podamos probar con otros materiales: azulejos de colores, papel pintado, apliques de bronce y molduras de escayola, vigas de madera o pilares de hormigón. Para esto sirve que las aulas sean diversas, que el profesorado sea un ejemplo con su práctica docente, que toda la comunidad educativa muestre distintos caminos, alternativas a lo que ninguna niña, ningún niño, ninguno de nosotros ha elegido nunca: su familia, su hogar, su barrio y sus cromosomas.

Cada una, cada uno, debe jugar sus cartas, unas cartas que le han sido dadas, y jugarlas lo mejor posible. Pero las reglas del juego deben ser explícitas, y explicitadas cada vez que queremos que alguien juegue su baza, porque no todos tenemos el mismo acceso a esas reglas, ni a las palabras con que se escriben. Una vez más, no todos se sientan a la mesa de juego con las mismas jugadas disponibles, y la justicia, la equidad en la educación, está en conseguir que todos los jugadores y jugadoras tengan ocasión de jugar limpio consigo mismos. Sólo a los adultos crecidos en un sistema que compense la injusticia y la desigualdad podremos exigirnos responsabilidades los unos a los otros, de igual a igual.

No soporto oir hablar de estos niños y niñas, adolescentes, como si fuéramos nosotros, porque nosotros ya hace tiempo que podemos elegir hacerlo bien. Y no siempre lo elegimos.



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lunes, 19 de diciembre de 2011

MEDIR PARA SABER, SABER PARA SER LIBRE.



Imágen: http://www.flickr.com/photos/40645538@N00/4564378252

Ayer leía sobre datos, en particular sobre la publicación de los resultados de las pruebas "diagnósticas" en la Comunidad de Madrid; y hoy vuelvo a leer sobre datos en su versión americana, en el Washington Post, sobre cómo los niños y niñas que tienen que hacer tests desde bien pequeños no están aprendiendo lo que deben. Y no me gusta lo que leo.

Yo soy una mujer educada en el calor de un hogar, y en el valor de la medida como herramienta de conocimiento. Escribo, leo, fotografío y canto, con pasión, pero si quiero manifestar algo sobre lo que me parece el mundo que me rodea, tiendo a ponerle la etiqueta de "hipótesis no contrastada", o "teoría basada en mi percepción subjetiva de los hechos", porque no tengo DATOS OBJETIVOS suficientes para formar un modelo que explique los hechos, y que sirva para predecir lo que ocurrirá. Creo en los DATOS, y no creo en las interpretaciones interesadas de los mismos. Por eso me gustaría decir, desde mi percepción subjetiva de la realidad, que:

1. Es muy importante que existan datos. Los datos reflejan una realidad. Medible. Dependiendo de lo que queramos medir, debemos obtener los datos de una u otra manera, extraer unos datos u otros. Que se hagan las preguntas erróneas, que los datos obtenidos no sean los buenos NO QUIERE DECIR QUE RECOGER DATOS SEA UNA FORMA ERRÓNEA DE OBTENER INFORMACIÓN, quiere decir que hay que afinar las preguntas, ajustarlas a lo que de verdad queremos saber, y no tolerar que se haga una lectura MERCENARIA de los datos.

2. La Administración Pública debe ser transparente a la Sociedad. Y las escuelas también. A la sociedad, a las familias. Todos debemos saber qué pasa en nuestras escuelas. Si eso hace que las ratas abandonen los barcos que se hunden, la solución no es dejar de medir. Medir sirve para mejorar. Aunque haya sinvergüenzas que utilicen los resultados para desviar los fondos de las escuelas públicas a las concertadas o privadas. PERO ESO NO QUIERE DECIR QUE NO DEBAMOS SABER. TODOS TENEMOS DERECHO A SABER, y no solo sobre la escuela. No caigamos en la trampa.

3. En este artículo http://www.washingtonpost.com/blogs/answer-sheet/post/i-am-a-bad-teacher/2011/04/20/AFEVNOLE_blog.html?tid=sm_btn_tw, que es el que me ha empujado a escribir esto, el autor, maestro, se hace algunas preguntas sobre su papel, se pregunta si es o no un bune maestro. Esto es fantástico, y demuestra que, probablemente, lo es. Pero también infiere que los niños y niñas dejan de aprender cosas importantes para aprender cómo se pasan pruebas diagnósticas (se refiere, particularmente, a estrategias para optimizar los resultados en un test en función de la forma en que va a ser calificado). Pero esto no sirve, es falsear el sistema. Si de verdad queremos saber lo que ocurre, no hay derecho que preparemos a los niños y niñas para que pasen una evaluación - porque lo que estamos haciendo es esconder si el maestro o maestra han ayudado a aprender, o si el cole ha cumplido. Eso es lo que pervierte: queremos que el alumnado HAGA BIEN LOS TESTS para que parezca que todos hemos hecho bien nuestro trabajo, y eso es un ERROR, y una FARSA. Nuestro objetivo debe seguir siendo que las niñas y niños aprendan, y deberíamos desear que exista un instrumento que nos permita conocer si realmente lo han hecho, a través de una evaluación de terceros. Y deberíamos estar ansiosos por tener la información de cómo ha ido cada año para nuestra escuela, a la que llevamos a nuestras hijas e hijos, o en la que enseñamos, las escuelas de nuestro barrio, las de toda la ciudad. Porque saber lo que estamos haciendo mal es la única forma de hacerlo bien. Si jugamos a hacer la trampa de enseñar a nuestras niñas y niños la mejor forma de pasar por el ojo de la aguja, somos nosotras, nosotros quienes estamos limitando su aprendizaje a lo que cabe por ese ojo.

4. Utilizar los datos para gestionar y para mejorar… no es lo mismo que utilizar los datos para penalizar. Pero EXISTEN realidades que saldrían a la luz, y que permaneciendo ocultas están haciendo un daño enorme a todo el sistema educativo. A toda la sociedad. ¿De qué tenemos miedo?

Me gustaría poner un ejemplo. Ya he dicho en algunos de mis posts anteriores que el equipo directivo de la escuela a la que va mi hijo este año está preocupado por lo que se conoce como el "achievement gap" que es la diferencia entre el promedio obtenido en los test de matemáticas y lectura/escritura por el alumnado blanco, de clase media, y el alumnado negro, hispano, etc., de bajos ingresos. Para eso sirven los datos. Para saber que, objetivamente, hay un problema que resolver, y que no termina de resolverse con las medidas que estamos adoptando. Que hay que probar más cosas, o con más intensidad. Pero la conclusión no ha sido"debemos ayudar más a los niños de bajos ingresos para que pasen las pruebas" sino "necesitamos implicar a sus familias, y a otras familias para que les presten apoyo en aquellas áreas en las que cada uno tiene más dificultades".

Un sistema de evaluación de resultados en base a pruebas no es lo mismo que un sistema de enseñanza basado en que el alumnado pase pruebas (y, por cierto, ¿no es esto lo que tenemos, solo que las pruebas las ponemos nosotros mismos?).

Si los resultados, acompañados de las subsiguientes medidas, y correspondientes mejoras, dan lugar a un recorte de los fondos públicos que se le otorgan al centro, EL PROBLEMA NO ESTÁ EN LOS DATOS, ESTÁ EN LA POLÍTICA, y los datos no son más que una excusa.

Entiendo que la tensión entre la escuela pública, que se hace cargo en sus centros de la educación de todos aquellos que quieran ir, y la concertada, que - de manera generalizada - ya se organiza para seleccionar a su alumnado, se verá acentuada por los resultados de unas pruebas diagnósticas que no tienen como objetivo ser una herramienta de mejora. Pero el problema NO SON LAS PRUEBAS.

El gobierno de Esperanza Aguirre, y posiblemente otros gobiernos, diseñarán y utilizarán las pruebas diagnósticas como les parezca, como convenga a sus intereses: seguramente, mal, y con objetivos bastardos. Pero eso no invalida el hecho de que para saber, para conocer la realidad, hay que medirla y evaluarla.