miércoles, 1 de febrero de 2012

La rebelión del sentido común: PACTO EDUCATIVO ¡YA!





Esta tarde he seguido en directo el desarrollo de la primera Comisión de Educación del Congreso de los Diputados, convocada por el ministro Wert. He disfrutado, o sufrido, y participado activamente en el debate en twitter, y espero que el gabinete del Ministro lo repase con todo el respeto y consideración que merece. He visto los ánimos muy alterados, pero sobre todo, he visto el desaliento de los docentes, muchos de ellos en lucha desde septiembre por la precarización que se está produciendo en la educación pública en general, y con especial ensañamiento en algunas comunidades autónomas. Me resulta extremadamente difícil pedir calma y reflexión a estas personas que están siendo desoídas, humilladas y zarandeadas por un gobierno autonómico prepotente y que no tiene respeto por sus empleados y empleadas, que no valora su trabajo ni las condiciones en que lo desarrollan.

Y sin embargo, creo que hay que hacer un ejercicio de elevación. Casi, casi, caminar sobre las aguas.

Ya nos ha contado el Ministro de Educación el tipo de reforma que pretende hacer: una reforma estructural, y que por tanto, afectará de igual forma a la educación pública y a la privada, concertada o no (aquí está la intervención inicial, gracias a @xarxatic)

Sabemos de buena tinta (el propio Ministro lo aclara con sus palabras) que es una reforma que pretende modificar los indicadores que nos dejan en tan mal lugar frente a otros estados de similares características socioeconómicas (el club de los ricos) - esto es, una reforma con objetivos cosméticos. Tendrá un coste elevado (todas las reformas estructurales lo tienen), no es el tipo de reforma que se necesita. En cualquier caso, creo que, después de la vivir la tercera reforma educativa consecutiva en 21 años (si no contamos el anterior intento fallido del Partido Popular con la LOCE del año 2000), sería un momento tan bueno como cualquier otro, incluso tirando a tarde, para trabajar por un pacto educativo global.

El Partido Popular sabe que no gobernará siempre, que dentro de 4, 8 o 12 años volverán las oscuras golondrinas de sus asientos su nueva ley a promulgar y las energías y recursos que consume hacer un cambio educativo con cada cambio de color del Gobierno no parecen dar los frutos esperados; por el contrario, este "baile" es la mejor garantía para que el sistema no levante cabeza nunca. Así que, no sé si será la edad o qué, pero esperar todos esos años OTRA VEZ para ver si es el del color alternativo quien se digne a promover un gran pacto de Estado en Educación me parece estadísticamente inútil.

Llegados a este punto, caben dos opciones:

1. Tratar de convencer al ministro Wert de que la reforma que propone no va a servir para mejorar nada, porque, como la anterior, tiene a buena parte del profesorado, la sociedad y la clase política enfrente. Este camino creo que es estéril.

2. Tratar de convencer al ministro Wert de que elija sus puntos irrenunciables, aquellos que, si no cambiaran nunca hasta el fin de los tiempos, merecerían la renuncia a esos otros puntos, también irrenunciables, claro, en el fragor de la batalla por el poder efímero que otorga la democracia, y sin embargo, renunciables al fin y al cabo.

Yo no puedo convencer al ministro Wert de nada, creo que ni siquiera soportaría su presencia física, ni telefónica. Pero tengo, como ciudadana, la responsabilidad de pensar, y la de exigir a mis representantes políticos - en este caso todos y ninguno - que trabajen por el bien común. Hoy me ha pillado la decepción en un buen día, y he decidido que todos mis prejuicios (que son muchos, y posiblemente, acertados) los iba a dejar a un lado para explorar lo que parece ser el cuerpo central de la reforma que se avecina: el cambio de 4+2 a 3+3, como os contaré en la segunda parte de este post. Pero la idea es que este proceso de reflexión sobre las ideas que pone el "contrario" sobre la mesa puede (y debe) extenderse a todos los puntos irrenunciables de unos y de otros, pero en esa irrenunciabilidad que solo se produce cuando el deseo real y el imperativo moral son ALCANZAR UN CONSENSO.

Por favor, señor Ministro: déjenos saber qué es lo que considera irrenunciable en un sistema educativo. Sea el concierto de los centros privados, sea la escolaridad obligatoria hasta los 14 o hasta los 18. Sea la Religión como asignatura. Díganos 6 puntos que considera irrenunciables. O 5, ó 7. Pero sea inteligente, porque después trataremos, entre unos y otros, de aportar otros tantos. Y lo mejor sería que todos los puntos sumen, aunque ya sabemos que algunos se restarán. Pero no pueden restar todos: se trata de construir, no de vencer al contrario. En este caso, o ganamos todos o perdemos todos, porque serán los hijos de nuestros hijos los que vivan en un Baile del Decenio, como sus padres y sus abuelos, o en un sistema que nos deje a todos encontrar lo mejor de nosotros mismos.

Esta oportunidad se ha presentado a todos los Ministros y Ministras de Educación anteriores, y ninguno ha sabido aprovecharla. Tal vez usted se atreva, tal vez usted valore que, una vez más, estamos ante una oportunidad de transformar nuestro sistema educativo en un lugar seguro en estos tiempos inciertos. Aunque no sea un sistema totalmente a su gusto, ni al mío, un sistema más estable y aceptado por todos sin duda será mejor que un sistema que cambie cada 10 años y siempre tenga a la mitad de la población en contra.

Por favor, señores representantes de la oposición parlamentaria, más o menos opuesta: traten de presentarle al Ministro su mejor disposición a dialogar, no den todo por perdido ni se refugien en su estatus de oposición para negar la mayor. Hay un sistema educativo que construir. Uno que sirva a todos suficientemente. Así que, ¡a trabajar!

¡Ah! Y cuenten conmigo para pensar, discutir, opinar, proponer, escribir y volver a pensar. Como ejercicio democrático, tener la oportunidad de depositar mi voto cada cuatro años se me queda corto.

4 comentarios:

  1. Hago mías tus palabras totalmente, María. Pero no olvides que el sentido común es el menos común de todos los sentidos.

    Desgraciadamente lo políticos (igual son especie diferente a nosotros) tienen una especial sordera para las cuestiones sociales y, sobre todo para la educación. Estoy convencido de que las leyes de Educación de los últimos 40 años siempre se han hecho "contra alguien" y de esta forma ¿cómo queremos alcanzar unos mínimos de nuestro sistema educativo?

    Mucho me temo que como no seamos nosotros (familias y docentes) los que no pongamos a ello esto va a ir cada vez peor.

    Gracias por tus reflexiones.

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  2. Muchas gracias por el comentario, Juan. Esa es mi intención, que desde abajo empujemos todos para que, de una vez por todas, se alcance un acuerdo de mínimos razonablemente honesto, en el que todas las fuerzas políticas y sectores implicados actúen con sensatez y miras, en lugar de tirar de la goma hasta que se rompa.

    Seguiremos reflexionando y compartiendo.

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  3. ¡Cómo no estar de acuerdo, María! Pero mucho me temo que otra vez se desaprovechará la ocasión. Tendríamos que presionar con mucha fuerza desde abajo, y muy rápido, porque parece que las decisiones ya están tomadas y gobiernan sin complejos.

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    1. Mi punto es: donde tenemos que presionar es en nuestros representantes, aquellos a los que votamos. Es muy difícil cuando están tan lejos de nosotros, pero creo que tiene que ser así, una iniciativa de "los perdedores", que saben (todos sabemos) que dentro de 4, 8 o 12 años serán "los ganadores", en el Estado o en las Comunidades Autónomas, que son las que aplican, al final, la legislación básica.

      Yo no conozco a muchos políticos, pero por ejemplo en twitter hay un buen puñado. Creo que es una forma de empezar. Y por otra parte, así creerán que no estamos mirando a Merkel o a las cajas que se fusionan :D

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